lunes, 28 de mayo de 2007

El principio de un final

Se la ve a lo lejos, se marcha con una sonrisa que ella misma con dolor y paciencia, por fin ha podido esculpir en su rostro. Al mismo tiempo que luce con orgullo una gran cicatriz en su alma. Mientras se va, sus palabras flotan en el aire envolviendo a su destinatario en una dulce amargura.


- Esto se acabó hace mucho tiempo, no tengo nada que decirte y me da mucha pena pero es la verdad. Te dije todo lo que te tenía que decir en su momento y no voy a volver a pasar por ello.


Hace mucho que no me consiento pensar en ti. No sé porqué me has llamado. Nunca podría haberme imaginado que yo diría algo así, pero ahora lo estoy haciendo. Ya no te quiero junto a mí, no te quiero en mi vida.


Él ha regresado como si tuviera todo el derecho del mundo, ha irrumpido sin llamar primero y se ha encontrado el más absoluto de los rechazos. Lo único que merece.


Después el silencio, cierra los ojos, regodeándose en su gran victoria, con la expresión de paz en su rostro y tranquilamente se sumerge en el recuerdo. Pero ahora lo hace sin miedo a sufrir las consecuencias, sabe que todo el dolor del mundo lo gastó en su día. El pasado no es problema pues él se ha convertido en un simple reflejo.


Revive la fortaleza que le sacó de aquello, revive el momento en el que se dio cuenta de que por mucho que lo pidiese no se la iba a tragar la tierra, ni iba a encontrar una salida, una vía de escape por arte de magia. El momento en el que entendió que si no luchaba por su vida iba a volver a quedarse sin ella. El esfuerzo, las recaídas, los dos pasos hacia adelante, el inevitable paso para atrás.
Regresa a los días amargos, aquellos en los que no conseguía levantarse de la cama. En los que la esperanza, jugándole una mala pasada, le susurraba al oído que no todo estaba perdido, que tal vez él terminaría por regresar a su lado.


La cicatriz de su alma parece escocerle, pues casi puede sentir todo aquello. El dolor, el dolor en el estómago, tan fuerte le dolía que en ocasiones le costaba trabajo hasta tragar su propia saliva.


La sensación de estar muerta, las ganas de estarlo. La posterior y agria consciencia de estar viva, pues los muertos no sienten. El ácido veneno que recorría sus venas con más fuerza en cada latido de su descompuesto corazón.


La impotencia de no poder salvarse, de envene
narse poco a poco y no poder pararlo. La rabia de ver como su mundo, él único que tenía, se desplomaba sobre su cuerpo sin piedad, como la asfixiaba en una lenta agonía.


La sensación de estar siendo abofeteada una y otra vez, como si alguien le devolviera a fuerza de golpes todo el amor que le había entregado a él en el pasado.


Las ganas de vomitar todas las lágrimas del mundo de una vez por todas y poder así secarse por dentro.


El vacío que él la había dejado y que en ese momento parecía inmenso e incapaz de llenarse con nada.


Las dudas, la rabia, el odio y al mismo tiempo, todo el amor del mundo que ella guardaba celosamente, esperando a que él entrara por la puerta para poder entregárselo.


Lentamente regresa a aquella noche, a la decisión que le quitó la vida para después devolvérsela. Se veía a sí misma suplicándole en silencio, pero ni con eso consiguió conmoverle. Recuerda como él intento en numerosas ocasionas abrazarla y como el cuerpo de ella, que siempre se ha movido por instinto, se protegía rechazándole una y otra vez.


Temblaba de miedo, sabía que significaba perderle pero era su única baza, no tenía más. Le mostró su última carta, en un intento desesperado por salvar aquello, de todas formas ya lo tenía todo perdido desde hacía mucho tiempo. Mientras se desnudaba por dentro no podía contener las lágrimas que rodaban furiosas por sus mejillas y hacían que su voz se resquebrajara lentamente, hasta que se quedó sin ella, hasta que desapareció por completo, ya no tenía nada más que decirle. Ya no le quedaba nada dentro por darle.


Su última frase resonó con fuerza “estar contigo me hace daño, y si no me quiero a mi misma, ¿Cómo puedo esperar que alguien lo haga?”.


Buscó las llaves del coche en su bolso, abrió, se sentó se aferró al volante y mientras arrancaba recordaba cuáles fueron las palabras exactas que le hicieron recuperar su vida y el duro trabajo que le costó pronunciarlas:

“Necesito que me escuches, he venido a decirte algo. He venido a decirte adiós, tranquilo que saldré de tu vida y ni siquiera te darás cuenta de mi ausencia. Para sufrir ya estoy yo, de todas formas, mi corazón está roto en mil pedazos así que ya nada importa demasiado.


Nunca me habría imaginado que un día me podría fijar en ti como algo más que un amigo. Pero lo hice y ¿sabes? A pesar de todo, a pesar del tiempo, nunca me arrepentiré de ello. Te quiero, y ahora te lo puedo decir sin miedo a equivocarme, o a que eches a correr. Te quiero muchísimo, te quiero tanto que me he convertido en una extensión de tu vida. He abandonado la mía para vivir la tuya. Cometiendo así el error más grave, el peor, el que espero no volver a cometer nunca.”


¿Cuántas veces la habían advertido de aquello? Tantas que ni siquiera podía recordarlo “Te mereces algo mejor que él, ¿Es qué no te das cuenta de lo que te está haciendo?, ¿De lo qué te estás haciendo tú?, ¿Es qué no lo ves?”


Ella no veía, no quería ver. No quería nada mejor, le quería a él y le quería suyo, no importaba la forma en que lo tuviera, con el tiempo se enamoraría y le tendría por completo.


Pero no se puede obligar a amar. Como no pudo ser de otra manera, fracasó en su empeño a pesar de que puso toda su alma en conseguirlo. El resultado fue que se quedó sin nada. Un día no pudo seguir negándose la evidencia y por fin entendió que ese amor no era sano. Que estaba sola, que siempre lo había estado. Junto con la sensación de soledad el miedo penetró lentamente en su cuerpo. El miedo a perder lo poco que tenía de él, aunque no tuviera más que lo que a él le sobraba, los desechos que no le hubiera costado trabajo darle a nadie.


A pesar de todo no se arrepiente, pues ella conoció al amor pero él no puede decir lo mismo. Basta que lo desee para volver a los buenos momentos y sentir fluir la felicidad de los primeros días por todo su cuerpo.


Las noches que durmió a su lado, las veces que su cuerpo se abandonó en sus manos, los besos que le dio sin importar que los de él no fueran sinceros. La primera cita con todos sus nervios, la primera vez que salían juntos como algo más que amigos. Y por supuesto, la primera vez que se fijaron el uno en el otro. El maravilloso momento en que unas mariposas aletearon en su estómago para acabar muriendo justo hoy, cuando por fin ella puede empezar una nueva vida.


- Estas guapísima esta noche, ¿Cómo has podido ser así de guapa todos estos años y yo ni siquiera haberme dado cuenta?.

8 comentarios:

Luz de Luna dijo...

pues si que era despistado, si, bonito relato.Salu2.

tormenta dijo...

conmovedor... da miedo pensar que lo más maravilloso puede convertirse en lo más terrible; todo depende de lo que haya dentro de nosotros.

Me ha entristecido profundamente, es un texto con una belleza desoladora.
:)
Hasta la próxima historia bonita.

Óscar Sejas dijo...

No te voy a engañar después de leerte me he puesto muy triste porque no entiendo como una relación que un día hizo crecer rosas en medio del desierto hoy no es capaz más que de criar gusanos...

Pero éstas cosas pasan. Ojalá las veamos cambiar algún día.

Un abrazo muy grande. Me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Jolin... y pensar que estas cosas pasan de verdad... Qué triste tiene que ser vivir así, ¿verdad?
Dejarlo todo por... por nada! porque al final con eso es con lo que se queda ella, con nada, con el vacío más absoluto!
Es muy triste tu historia, pero al mismo tiempo está muy pero que muy bien narrada! ;)
Vuelve a ser un auténtico placer leer la calidad que tienen tus letras, aunque me hagas irme con un nudo en la garganta y las lagrimillas asomando... :(

Un besito muy gordo y un aplauso más gordo si cabe!

Anónimo dijo...

Que cabrón el tío. ¿Cómo puede alguien estar con otra persona sin quererla? ¿Cómo puede alguien besar, acariciar, cínicamente a otra persona sabiendo que ésta bebe los vientos por él?

Ufffff, es un relato escalofriante. La pobre mujer estaba enamorada, parte de culpa tiene por no verlo desde el principio y así haberse evitado ese sufrimiento. Pero el tío es lo peor.

Historia triste, desesperada y desgarradora que me ha gustado mucho. Cada vez me gusta más cómo escribes.

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Preciosa historia sharon. La verdad es que me han venido muchisimos recuerdos a la mente....

Quiero pensar que la protagonista lo ha superado, porque NADIE se merece vivir una historia asi.

Seguro que conseguira ser feliz xq se lo merece!

tQm wapa!

Pedro dijo...

Una historia muy, muy, muy bonita. Me ha gustado la forma que has tenido de desarrollarla, siguiendo hilos de pensamientos, dando en ocasiones pequeños brincos en el relato; como si fueran los autenticos recuerdos de una persona que van y vienen y siempre hablan de lo mismo pero no son lineales.

La parte de la historia en que cuentas el dolor de la ruptura es muy expresiva, me hace recordar días de corazones rotos.

Un abrazo,

Pedro.

Pugliesino dijo...

Es muy buena tu narración, el como sobre la pared del corazón cuan relieve escribes rasgando la piel del dolor si acaso mejor decir del amor perdido en un camino equivocado que duele no solo el saberlo sino el tiempo que ya no se puede recuperar. Ese miedo a la soledad acompañado de la fuerza que daba el querer por encima de todo, por encima de la vida propia cuya posesión estaba escapándosele sin darse cuenta. Hasta que dijo basta. Y comenzó a vivir.
Bellísima narración. Un abrazo

*Gracias