domingo, 3 de junio de 2007

Vestido de blanco

-Yo soy tu padre, a mí me lo puedes contar

Pero él no quiere hacerlo todavía, aprieta los labios en una mueca aterradora, intentando que su dolor no sea tan evidente. Tiene los ojos repletos de lágrimas pero no quiere llorar, lleva horas luchando y no se va a rendir ahora. Por su expresión podíamos casi adivinar las palabras exactas que se repetía mentalmente “yo soy un niño, los niños no lloran” .Trataba de entender, de comprender lo que había pasado, pero sólo tiene seis años. No se puede entender algo así tan pronto.

Cuando le abrí la puerta de casa supe que algo había ido mal, le vi entrando vestido con su traje blanco arrastrando con su pequeño cuerpo la marca negra de la derrota. Lo reconozco, no pude evitarlo, se me calló el alma a los pies. Fue a hacerle compañía a la suya que yacía en el suelo desde hacía ya un rato.

Estaba en medio del salón, de pie, no quería sentarse. Miraba hacia abajo y contenía las lágrimas, sólo eso, sólo contenía las lágrimas. Hasta que de repente se le hizo muy difícil y tuvo que ayudarse apretando sus pequeños puños, mientras un crujido de papel inundó por completo la estancia.

Me acerqué a él lentamente, “cariño, vas a romperlos, ¿quieres que te los guarde?”. Se movió despacio, como si le costara una vida separarse de aquellos papeles arrugados. Ni siquiera me miró, no podía levantar la cabeza. La decepción le pesaba demasiado.

Mientras repasaba uno a uno los autógrafos que él me había entregado entendí que era lo que iba mal. Estaban todas. Todas y cada una las firmas de los jugadores de la Selección que habían consentido en perder un segundo de su tiempo para hacer feliz a un niño, sin tener en cuenta el color blanco de su traje. Estaban todas excepto las más importantes.

Y fue entonces cuando levantó la vista del suelo para acabar desplomándose sobre él, reuniendo de nuevo a su pequeño cuerpo con su dolorida alma:

-Me he vestido como ellos, pero no han querido firmarme, ninguno. Se lo he pedido pero no han querido y me han dicho que no y me han empujado y se han subido al coche y…y…

Y las lágrimas no le dejaron continuar, se hicieron las dueñas de su voz y de sus ojos.

Lloró durante horas, no había consuelo para él. Sus ídolos le habían defraudado. Con sólo seis años y vestido de blanco le habían enseñado que las cosas no son lo que parecen, o como uno se las cree y que no siempre se consigue lo que uno quiere.

-¿Sabes qué?- le dijo su padre- Nos vamos a hacer del Barça, o del Atleti, ¿Qué me dices Pablo?

Pablo suspiró al mismo tiempo que observaba el traje que no había querido quitarse ni para meterse en la cama. Haciendo el mayor esfuerzo de la noche, empujó hacia abajo las lágrimas que aún no le habían concedido ni un solo segundo de tregua, y acertó a decirnos entre balbuceos:

-Pero yo no puedo ser del Barça, ni del Atleti. Papá, yo soy del Madrid.

No pude evitar sonreír. La vida le había enseñado lo mucho que duele la decepción y la derrota, pero no había conseguido enseñarle lo que significa la venganza. Ni siquiera había logrado dejar una sola mancha en su blanca, limpia y brillante lealtad.

13 comentarios:

Pedro dijo...

¡Que tierno! ¡Que bonito! El cuento esta bien, peo el parrafo final es fabuloso, enternecedor y... simplemente precioso. De esas cosas que te aarancan una franca sonrisa, mezcla de ilusión, alegría, esperanza y cosas bonitas :)

Anónimo dijo...

Lindo, bien escito y muy original. Precioso relato.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Qué majo! Seguro que habrá mil niños que vuelven así a casa...
y vaya puta pérdida de tiempo, sólo son tíos en calzoncillos detrás de una pelota. No tiene que ser bueno para un niño idealizar tanto a alguien... el resultado lo has descrito perfectamente...
Habría estado bien describir qué sentía el padre al no poder tranquilizar a Pablo.
besos de fresa!

Cuervo dijo...

ayyyy... ese futbol...

y yo como siempre, jugando al abogado del diablo. vienes de jugar un mundial en el culo del planeta. has perdido. has perdido encima por que los árbitros son unos incompetentes. te chupas 16 horas de avión, reventado de cansancio y con la derrota aún en la cabeza. solo quieres llegar a casa, darte una ducha, un poco de sexo rápido con tu mujer o la del vecino y dormir dos días seguidos...

y cuando te bajas del avión hay un moco de seis años con una libreta en las manos y la ilusión en la cara...

yo no se si pararía...

pero el relato es super tierno y muy bonito

ARIEH dijo...

Cuando los dioses caen el hombre queda solo, desnudo y decepcionado, pero sus asiones siguen ardiendo

Óscar Sejas dijo...

Y lamentablemente pasa...que a gente a la que muchos adoran como a dioses después se muestran despreciables como diablos y no pueden perder un segundo de su vida en echar una firma en un papel para hacer feliz a un niño porque eso sería rebajar su carisma y no cobran millonadas por ello.

Quizás por eso no me guste el fútbol quien sabe. Pero tu historia si me ha gustado.

Un abrazo

Anónimo dijo...

¡Que bonito!, las primeras decepciones en un niño son totálmente como las describes. Felicidades.¡Mi propio hermano a los 6 años no cenaba si perdía el Reál Madrid!. ja ja. Besitos.

Anónimo dijo...

Que preciosidad de relato, muy tierno sí sí sí seguro que si tu primi lo ha leído le habrá gustado mucho. Es de lo míos, del Madrid como debe ser!! xD (tp me gusta mucho el futbol así que...)
Y me ha gustado mucho la reflexión con la que acabas la historia ;)

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Ole por tí y por tu primo (que a ver si me lo presentas para comérmelo a besitos, jejeje).
Te voy a decir una cosa: yo soy del Barça, muy pero que muy cule, jejeje Pero... lo que acabo de leer aquí es lo que debería ser siempre, y no sólo en el fútbol nena!!
Esto no es una fábula de esas que vienen con moraleja final, pero bien podría serlo y que los cambiachaquetas de 20, 30, 50 u 80 años aprendieran de un pequeñajo! ;)
Mil besos y mil (muy merecidos) aplausos, aunque el prota sea merengue y no culé, jejeje
Muakisss

Queralt dijo...

Oh, qué bonito... y la verdad es que seguro, hay niños que han experimentado esta decepción.
Bueno, me ha gustado mucho porque además tiene una especie de moraleja positiva. Y porque, como siempre, está muy bien transmitido, compartido, escrito...
Gracias guapa. Y también por tus amables palabras.

Licor de cerezas y besitos.

Queralt.

Anónimo dijo...

jo, q mono!! me gusta mucho como lo cuentas, dejas la intriga hasta el final.
Y la ultima frase, muy buena... La verdad que te han recomendado y con razon!!
un saludo!

Pugliesino dijo...

Chapeau Sharon!! Leer un relato como el tuyo y más un día como hoy [Espero en la próx semana comenzar antes a leeros] de plena efervescencia futbolística (aunque esté mas pendiente de la Penya :) es como una isla en medio de un mar de la sinrazón. Todo un ejemplo del que deberían aprender no solo quienes se creen divos cuando sin afición no existiría el futbol, sino quienes fomentan el odio y la violencia. La fuerza que acompaña en todo momento cada palabra que escribes, la rabia de ese niño y la ternura que envuelve la escena, que nos muestras a través de esa maravillosa sonrisa de su padre, todo el conjunto que nos describes es realmente lindo.
No solo por esta historia sino por anteriores que te he leido, ojalá que tus sueños se hagan realidad.
Animoo!! Un abrazo enorme!!

wannea dijo...

Que bueno!!! me encanta!! anda que el niño los tenia bien puestos e?? y el padre tambien... como le vas a decir a alguien del madrid que se cambie al barça?? es como decirle a uno del barça que se pase al madrid, es decir que na de na jajajaj que lio... pues eso, que superbien el mensaje de la decepción, me gusta, muchos bessos!!