lunes, 4 de mayo de 2009

Jueves: Primera parte II

CATALINA

Donde se confunden relojes con lunas…, empezó a escribir Claudia en su cuaderno de tapas grises nada más incorporarse del banco. Siguió con su ritual semanal exprimiendo su alma sobre las páginas, tachando y reescribiendo frases sin parar. Hasta que se quedó sin palabras, entonces miró hacia el frente buscando los ojos de Marcos pero sólo encontró el vacio. Marcos no había venido aquella tarde.

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-¿Por qué has hecho eso Cata?, ¿Por qué Marcos no ha ido al parque?

Preguntó Miguel interrumpiendo su lectura y suplicando con los ojos que le mintiera, que le contara una excusa, que le diera una respuesta que no le hiciera daño en el orgullo, una que en realidad, sabía que no iba a escuchar nunca.

-Porque Marcos tiene miedo, tiene miedo de lo que Claudia pueda enseñarle, porque sabe que es más joven y eso le asusta, le asusta que le den lecciones, porque él siempre ha tenido todo bajo control y nunca se le ha escapado nada, aunque en el fondo lo que más le asusta es…

Y no pudo continuar porque Miguel se abalanzó sobre ella para callar ese sermón que se le estaba clavando en el alma y que no podía soportar escuchar. La besó, la besó como si no la hubiera besado nunca, como juró que nunca besaría a nadie, como estuvo a punto de besarla el día que la conoció escribiendo en aquel banco de aquel parque.

Catalina se dejó, se dejó callar y se dejó querer entre sus brazos como hacía cada jueves hasta que cayeron rendidos encima de las sábanas. Catalina no hablaba, miraba por la ventana caer el sol sobre Madrid mientras se preguntaba cómo demonios había llegado hasta ahí. En qué momento se había olvidado de ella misma, cuando dejó de importarle.

Estaba cansada, lo sentía, se lo gritaba el alma, estaba cansada de los juegos, de las mentiras de todas las excusas que había escuchado y de todos los reproches que escupía por cada una de ellas, como un veneno que no puedes guardar dentro porque sabes que acabará pudriéndote el alma.

Pero en el fondo, en el fondo catalina quería a miguel como no había querido nunca a nadie. Y por mucho que escuchara cada noche una voz dentro de ella diciéndole que se alejara, que se salvara ahora que estaba a tiempo, ella siempre tragaba saliva y miraba hacia otro lado.

Porque no hay nadie más sordo que el que no quiere escuchar ni lo que le grita su propia alma y porque hacía mucho tiempo que se le había hecho demasiado tarde para salvarse.

-¿Dónde vas?-le preguntó Miguel mientras trataba de retenerla a su lado.

-Quiero volver a empezar, no me gusta lo que he escrito- dijo mientras tachaba con una cruz las tres últimas páginas.

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Claudia tiene los ojos grises y quizá por eso ve el mundo de un color que nadie entiende, o al menos eso es lo que siempre ha creído. Ella dice que ve las cosas a medio color, como si le faltara un trozo como si se lo dejara perdido allá por donde pisa. Por eso se pasa la vida buscando todo lo que cree que ha olvidado por el camino.

Claudia está buscando algo y aunque aún no sabe muy bien que es, vive exclusivamente para encontrarlo. Sus ojos grises no la ayudan demasiado, pero ella no se rinde y da un paso más cada día para ganar pequeñas batallas.

Excepto los jueves. Todos los jueves Claudia se concede un descanso, se olvida de todo y va al mismo parque y al mismo banco sin importar nada más. Se tumba y mira al cielo hasta que se le deshacen las pupilas, entonces se incorpora y escribe sus cuentos. Tiene cientos de cuadernos, todos grises, llenos de historias. Algunas no pueden leerse porque el agua de la lluvia borraba las palabras a los poco segundos de ser escritas. Otras cuestan demasiado esfuerzo porque hay millones de rayas tachando párrafos enteros.

Cuando termina, cierra el cuaderno y lo guarda, nunca lee lo que ha escrito porque no siente que le pertenezca. Se levanta y vuelve a su vida, a sus luchas, a sus victorias y a sus pequeñas batallas.

Claudia quizá no sabe lo que está buscando pero está segura de que cuando lo encuentre sabrá reconocerlo al instante.
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-¿Qué es lo que necesita encontrar Claudia?
-Al dueño de sus cuentos.
Imagen: Autor desconocido