martes, 12 de junio de 2007

Jugando con la arena


El gatito correteó juguetón entre sus piernas apenas puso un pie en el jardín de su antigua casa

- -¡Luna! ¿Eres tú? Dijo el chico al mismo tiempo que se agachaba para comprobarlo

-No es Luna, es Golfo el hijo de Luna ¿O es que no ves que es muy pequeño?

Alex giró sobre si mismo y descubrió unos ojos tan azules como el cielo que intentaban alzarse por encima de la valla. Mientras se acercaba para poder ver bien a su dueña ella seguía diciendo.

-Primero le quería llamar negrito, pero luego le puse Golfo porque es muy malo y siempre se escapa ¿Tú crees que los gatos negros traen mala suerte?

-Eh…no! – respondió Alex y antes de darse cuenta la niña corría gritando hacia el interior de la casa

-¡Mamá! El señor de al lado tampoco cree que los gatos negros den mala suerte

Y fue entonces cuando la vio, no había cambiado nada era como si no hubiera pasado el tiempo. Le basto un segundo para reconocerla, incluso podría decirse que la reconoció antes de que saliera al jardín. A ella tampoco le hizo falta mucho más tiempo, en cuanto escuchó la frase “el señor de al lado” corrió hacia él con una sonrisa en la cara.

-¡Alex! Pero… ¿qué estás haciendo aquí?

-¡Dios mío Lucía yo iba a preguntarte lo mismo!

Se fundieron en un abrazo inmenso, tratando de recuperar el tiempo que habían estado el uno sin el otro. Un abrazo que a ellos les supo a poco pero que a Julia empezaba a parecerle eterno.

-Mamá vamos a jugar con la arena, tú te puedes venir si quieres- le dijo a Alex- pero tu Golfo no, tu hoy estas castigado.

Se alejaron por el camino que conducía a la playa, aquel que Lucía y Alex habían recorrido tantas y tantas veces

-Cuéntamelo todo, llevo tanto tiempo sin saber de ti

Lucía miró al suelo mientras Alex la rodeaba con su brazo. No sabía por donde empezar, le buscó con los ojos para poder serenarse en los suyos y comenzó su historia.

-Bueno empezaré desde el principio, desde la última vez que nos vimos, hace ya una eternidad.

Alex sonrió, realmente había pasado mucho tiempo desde que Lucía abandonó el pueblo gracias a una generosa beca y se puso rumbo a Londres para empezar sus estudios universitarios. Después de ese día, el también tuvo que buscarse otro lugar. El pueblo sin ella estaba vacío.

-Al principio vivía en un hostal, no recuerdo el nombre pero sé que estaba entre Camden y Regent’s eso sí que lo sé. Yo no estaba segura de haber hecho lo correcto, dejaba muchas cosas aquí y no sabía si iba a encajar en Londres. Pero cuando llegué al hostal y vi los canales supe que no me había equivocado. Es como una Venecia en pequeñito, precioso y es una pena que no sea de lo más conocido de allí. Seguro que tú no lo sabías.

-La verdad es que no, pero bueno, yo nunca he estado en Londres

-Bueno como te iba diciendo me enamoré de Londres y su “little Venice” nada más llegar. Además la ciudad me lo puso muy fácil, allí puedes encontrarte gente de cualquier parte del mundo pero todos coinciden en algo, todos nos sentimos londinenses el tiempo que vivimos allí.

Al día siguiente descubrí el mercado de Camden, de ese sí que habrás oído hablar. Esos colores, la mezcla de culturas, de razas, de estilos de vida. Es algo que caracteriza a la ciudad pero que en Camden se hace muchísimo más patente. No puedes visitar ese mercado y salir de allí siendo la misma persona. Tiene tanta magia, no sé lo que es pero algo allí te cambia por dentro.

A los pocos días me trasladé a la residencia del King’s College la verdad es que estaba muy bien, vivía en el centro cerca de Tottenham, en perpendicular a Oxford Street prácticamente al lado del Soho. Además no tuve que renunciar a Regent’s park donde me perdía en cuanto tenía un rato, podía ir andando hasta él sin demasiado esfuerzo.

-¿Regent’s Park? Le interrumpió Alex

-Si, la verdad es que no es tan conocido como Hyde park pero desde luego que es muchísimo más bonito. Tiene unos jardines increíbles llenos de rosas dibujando formas imposibles. El lago, la cascada pequeñita y escondida que tanto trabajo nos costó encontrar a Mateo y a mí…

-El italiano

-El mismo, respondió Lucia con una franca sonrisa adornándola el rostro.

-¿Le conociste en el...King’s?

-¡No que va! Eso habría sido imposible. No sabes lo grande que es el campus donde yo estudiaba. Todos los días me perdía en esa maraña de pasillos y puertas. Lo bueno es que cada día descubría una cosa nueva, un jardín interior, una capilla tan grande como la iglesia del pueblo, una terraza altísima desde donde se veía todo Londres…no, allí habría sido imposible. A mateo le conocí en otro sitio

Lucía se tomó una pausa para sentarse en la arena desde donde poder ver a Julia que jugaba en la orilla ajena a lo que ocurría a su alrededor. Alex se sentó junto a ella y de nuevo la volvió a coger entre sus brazos.

-Una tarde volvía por Oxford Street desde Oxford Circus cuando de repente me fijé en un cartel que colgaba de un reloj “Saint Christophers Place” y una mano que señalaba un diminuto callejón en el que nunca antes había reparado. Lo atravesé y de repente me vi en medio de una plaza repleta de bares y restaurantes, muy parecida a la plaza del pueblo. ¡Nunca me habría imaginado que un lugar así podría estar en medio de una gran ciudad como esa!. En esa plaza, en una de las esquinas, hay un edificio pintado de azul con toldos azules, “La Creperie”. Me llamó la atención nada más verlo. Mateo era el camarero, empezamos a hablar y…bueno el resto ya te lo imaginas.

-Si la verdad es que puedo imaginármelo- dijo Alex mientras dirigía su mirada a Julia que seguía jugando en la arena.

-Y sin embargo, Julia no es hija suya- respondió Lucía con los ojos cargados de lágrimas.

Alex se sorprendió y la abrazó aún más fuerte pero a la vez con toda la dulzura del mundo. Podía sentir su dolor y el trabajo que le estaba costando contar aquello.

-Mateo se volvió un mes a Milán porque operaron a su madre y yo me quedé en Londres, no me apetecía nada volver aquí y mucho menos al enterarme de que tú también te habías marchado. Ese día discutimos por una tontería, ni siquiera recuerdo que fue. Pero en aquel momento me pareció un mundo así que me fui a una fiesta que daban los de la London. Bebí tanto alcohol, estaba tan enfadada. Ni siquiera sé su nombre, tampoco le pongo cara, no me acuerdo de nada. Solo sé que por la mañana me desperté en su casa y no paré de correr hasta que encontré un cab que me llevó de vuelta. No pude dejar de contárselo a Mateo, no me parecía justo. Con el tiempo me perdonó, pero cuando nos enteramos de que estaba embarazada…

-¿No pensaste en abortar?

-Si, lo pensé mil veces- dijo Lucía al tiempo que asentía con fuerza y trataba de contener las lágrimas- pero no pude. Estaba en la sala de espera de la clínica y no pude hacerlo. Aun así Mateo y yo lo seguimos intentando pero no pudimos con todo, se nos vino encima. Yo tenía 22 años todo me venía demasiado grande. Tuve que volver al pueblo. No tenía dinero, estaba sola y Londres es una ciudad muy cara, no habría podido sacarla adelante, ni a ella ni a mi.

-Pero ¿cómo…?

-¿Qué cómo lo hice? –dijo Lucía con una amarga sonrisa en el rostro- pues tragándome el orgullo, en ese momento yo ya había dejado de pensar en mí. Sabía que iba a ser difícil, ya sabes lo mal que me llevo con mi padre y volver así y encima embarazada…Pero con el tiempo y con mucho esfuerzo por ambas partes hemos conseguido llevarnos bien y a Julia la adora. Igual que todo el mundo aquí ¡pero es que es tan fácil quererla!

-Lo has hecho muy bien, Lu, deberías estar orgullosa.

-Lo estoy- dijo Lucía con las lágrimas rodando por sus mejillas- es mi hija, lo mejor que tengo, lo mejor que he hecho. Sé que cometí el error más grave, el que me hizo perder a Mateo y a Londres. Pero lo volvería a hacer mil veces si fuera necesario, por ella todo merece la pena. Ojala todos las equivocaciones de mi vida tuvieran como recompensa algo tan maravilloso como Julia.

Estuvieron abrazados mucho tiempo, mientras observaban a la pequeña en la orilla y recordaban tiempos pasados. Aquellos en los que jugar con la arena era la mayor de las delicias.

-No me has contado lo que te ha pasado a ti

-¿Y por qué crees que me ha pasado algo?

-Todos los que volvemos lo hacemos por dos motivos, o la ciudad se nos hace demasiado grande o algo nos obliga a volver y puedo leer en tus ojos que tú lo has hecho por lo segundo

Alex sonrió y la besó en la frente, a pesar de todo el tiempo que habían estado separados era como si nada hubiese cambiado entre los dos. Como si todos los años que habían estado juntos hubieran construido un muro que conservaba su relación transformándola en eterna.

-No puedo engañarte, nunca he podido. Pero ¿qué te parece si nos vamos a jugar con Julia y te lo cuento mañana?

8 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

"Todos los que volvemos lo hacemos por dos motivos, o la ciudad se nos hace demasiado grande o algo nos obliga a volver" que gran frase Sharon y que grandísima verdad como un templo.

Me ha gustado mucho la historia por el toque realista que lleva, son los "pequeños" detalles los que mueven las fichas de la vida sobre un tablero gigante.
Los pequeños detalles a veces cambian vidas.

Mil aplausos y mil abrazos.

Oski

Cuervo dijo...

una imagen muy tierna, la niña jugando con la arena y los dos adultos paseando, contandose todo esto...

habrá continuación?

Anónimo dijo...

Volvió por Lucía, verdad que sí? Dime que si!!! jeje
Me ha gustado muchísimo guapa, y los ojos, casi al final del relato, se me llenaron un poquitín de lágrimas! Pero no he llorado ehhh, que ahora trato de hacerme la fuerte!!
Creo que es una historia preciosa y yo también pido, si se me permite, que tenga continuación!!!! (por favor...)
Un besote muy gordo y todos los aplausos del mundo!

Anónimo dijo...

Jo Sharon, cada semana me gusta más cómo escribes. Esta historia me ha gustado muchísimo. Describes tan bien Londres que me has transportado a sus calles y a sus parques.

El relato tiene parte alegre, del reencuentro de dos grandes amigos. Parte amarga, por el motivo que le llevó a ella a volver al pueblo. Parte dolorosa, por el tema del padre sin cara. Parte feliz, porque de aquel error salió algo maravilloso, Julia.

Y por último tiene la parte de Sharon, todo eso lo mezclas de una forma muy buena y hace que haya disfrutado leyéndote. Hay mucho detrás de tus palabras.

Un abrazo!

Pedro dijo...

Creo que me repito y que ya te lo he dicho antes pero...como escribes sobre los sentimientos. ME dejas anonadado, con una mezcla de ternura, tristeza, alegría por el reencuetro, amargura por lo perdido. Especialmente me ha gustado el dialogo complice entre los dos protagonistas.

Un abrazo,

Pedro.

Anónimo dijo...

Pues aqui estoy y he hecho muy requetebien en pasarme ^^. Me ha encantado!!! Te confieso que al principio me he dicho"puff...que larga....estoy de mirar apuntes...no voy a poder" pero en cuanto me he puesto se me ha hecho cortisima. También me ha gustado que dejases el final abierto...^^ y la descripción de Londres...Me quedo con la frase de Lucia, que era algo asi como "ojala todos mis errores tuvieran un final tan maravilloso como Julia" (sé que no era asi ^^) Salgo encantada! Procurare pasarme por aqui más a menudo.

A mi cuento de esta semana no le hagas mucho caso ^^ está escrito con prisa...

mmm...cuando te vas a Suiza?

Un besote!!!

Pugliesino dijo...

Como la nieblina que cubre casi que acaricia Londres es la ternura que envuelve tu historia. Más no solo es ella en si misma sino con la elegancia que la narras; y sin línea alguna que divida se une a una descripción casi poética de una ciudad que verdaderamente atrapa, pero sobre todo porque esconde sus más lindos rincones para sentir el placer de descubrirlos. Pones en tus escritos fuerza, coraje y al mismo tiempo delicadeza. De la historia de los tres personajes captaste seguramente el mejor de sus vidas, la decisión de ella y la de...él?
Volveré para saberlo :)
Animo y un abrazo enorme!

*Te recomiendo un viaje por los canales del centro de Inglaterra sip

tormenta dijo...

jo, que cosa más bonita; eres toda una experta dibujando sensaciones, y los personajes me han encantado, sobre todo el de la niña ^^ qué dulce.
leerte es un placer
Un besito inmenso!