miércoles, 20 de agosto de 2008

Yo sólo pido respeto

Hoy, justo hoy, hace un año y tres meses que escribí este texto. Lo recuerdo perfectamente, ¿Cómo iba a olvidarlo? Volvía a casa después de ver a mi abuelo como cada domingo desde que nos dieron la noticia del cáncer de esófago.

Pero ese domingo fue diferente, mi abuelo tenía la piel de color gris, él era gris, su piel, su cuerpo, su pelo. Pero también su mirada, su voz, cada palabra que pronunciaba y cada palabra que no decía estaban teñidas por lo que yo llamé el color del cáncer.

Justo ese día supe que iba a morir, me lo dijeron sus ojos y sus gestos, me lo gritaron y todavía hoy los escucho gritar y se me vuelve a encoger el estómago. A veces se me encoge tanto que me obliga a doblarme por la mitad y a respirar hondo antes de incorporarme de nuevo.

Recuerdo que tardé cinco minutos en escribir el texto, que ni lo pensaba, pasaron muchos meses hasta que pude leerlo de nuevo. Pasó mucho tiempo hasta que descubrí que fue lo que había escrito ese día.

Dos meses después mi abuelo murió, cumpliendo el más pesimista de todos los pronósticos que nos habían dado “cinco meses de vida si hay complicaciones”. Verle luchar en el hospital es de las peores cosas que he tenido que hacer en mi vida y verle morir fue el único alivio que tuve en cinco meses.

Hace poco más de un mes ha hecho un año de su muerte, pero para mi es como si hubiera pasado muchísimo más tiempo. Le echo de menos todos los días, me había acostumbrado tanto a vivir con él, a que estuviera en el mundo.

El día 14 de abril volví a escribir otro texto, otro texto igual de gris que el primero, sólo que esta vez mi otro abuelo era el protagonista. Fui a España para verle después de que la neumonía que le hizo ingresar en el hospital se convirtiera en un tumor del mismo tamaño que su pulmón izquierdo.

Hoy, justo hoy, un año y tres meses después de escribir la primera historia he comprobado con todo el dolor de mi corazón que a alguien le ha “gustado” tanto mi texto que se ha permitido el lujo de copiarlo y pegarlo donde ha querido como si no fuera importante.

Puedo aceptar que me copien una historia, pero no puedo aceptar que copien mis cosas, mi vida, todos lo que sentí aquel día, todas y cada una de las lágrimas que cayeron por mis ojos mientras escribía aquel texto y todas las que cayeron el día que pude leerlo. Que lo copien como si no hubiera nada más detrás, como si fuera fácil escribir algo como eso, como si se escribiera todos los días.

No quiero que nadie halague mis textos, no cuando ni yo misma lo hago, no era el reconocimiento lo que buscaba al escribirlo. Buscaba a mi abuelo, al que tenía antes del día en que se volvió gris. Le buscaba en cada párrafo, en todas y cada una de las letras que formaron aquel texto. Es su alma y la mía las que están atrapadas entre las líneas que lo forman y al robármelo, al cogerlo sin permiso, al copiarlo y pegarlo me robaron a mi y le robaron a él.

Supongo que hay cosas contra las que no se puede luchar y cosas que no podré entender nunca. No pido nada descabellado, sólo pido respeto, que se respete mi historia, que se respeten mis cosas, todas y cada una de las cosas que me dan forma. Pido que se respete mi vida y por encima de todo, que se respete a mis muertos.
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Editando:

En Abril de 2008 descubrí que un "tipo" (no sé muy bien como definirle) me había copiado “Jugando con la arena I”, “Jugando con la arena II” y “Jugando con la arena III”, las había juntado y las había cambiado (aunque yo más bien lo definiría como destrozado) para convertirlo en una especia de oda a su tierra...

Hoy, después de descubrir que me copian el texto de “el color del cáncer”, tengo que descubrir que el mismo tipo que me copió mis tres historias, me copió el texto de "el miedo a morir sólo" y de nuevo, no sólo lo ha copiado, lo ha destrozado para que fuera suyo, haciéndose el protagonista indiscutible de la historia. Dificultándome de paso que lo descubriera fácilmente

Como he dicho antes, puedo aceptar que me copies tres historias, lo puedo aceptar por mucho que me moleste, pero bajo ningún concepto aceptaré que copies mi vida.

Yo era la niña de cuatro años, esa que casi se muere, era yo la que tosía y se asfixiaba y corría y cogía de la mano a su madre para no morir sola. Era yo la niña que sintió a la muerte en su espalda todos los días durante muchos meses. Era yo la niña a la que salvó su abuelo con aquella charla.

Mi abuelo, el mío y no el tuyo. Mi abuelo era el que tenía cáncer, mi abuelo era el enfermo. Era el esófago de mi abuelo el que se reventó con la prótesis que le pusimos y era su pulmón el que se perforó.

Fue mi abuelo el que estuvo cinco largos días muriéndose en un hospital, MI abuelo, no el tuyo. Fui yo y mi familia la que estuvo a su lado, la que le calmó, la que le esperó a que muriera, la que no se separó ni un segundo de su cama.

Es mi abuelo, no el tuyo y fui yo, fui YO, fui yo la que le cogió de la mano durante esos cinco días. Fui yo, no tú. Fui yo la que pasé por una de las cosas más difíciles de mi vida.

Soy yo, porque por mucho que me copies y por mucho que destroces mis cosas, siempre, siempre sere yo, siempre serán mis cosas, nunca serán las tuyas.

De nuevo pido respeto, respeto por mis cosas, por mi vida y sobretodo, por mis muertos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí se me caía el alma al suelo y las lágrimas, y el estómago se me encogía cuando leía esos textos.

Ahora se me vuelve a encoger el estómago y entiendo tu rabia, impotencia, etc.

A pesar de que, precisamente en esta ocasión, sea el más ruín de los plagios con lo que me haya podido topar, la historia siempre es la misma: esto lleva pasando desde siempre y da igual las licencias, copyrights y demás monsergas que nos agenciemos...

No puedo dedirte nada ni darte soluciones que no existen, pero sí que te voy a decir algo:

Tú pides respeto y yo te aseguro que desde el minuto cero, tienes el mío y el de todos los que escribimos. Por lo demás... hay gente tan miserable que tiene hasta que recurrir a las "putadas" que a otros les toca vivir porque están totalmente vacías y, contra eso, no se puede luchar.

Un besazo enorme (de corazón)

Anónimo dijo...

Sara, vengo de leer y compartir contigo los comentarios del blog de Carlos y, cuando vengo a verte y a decírte lo precioso que me parece el último que has escrito, me encuentro con que ya te conozco, que ya había estado en tu casa y, leyendo leyendo, he visto que ya te había dejado comentario en el primero de los relatos de los que hablas en esta entrada... y no supe, cuando lo leí, que estabas hablando por experiencia propia... creí que era un relato sin más y, si en algún momento alguien me lo dijo no presté atención, cosa que ahora lamento pues, muy bien se que, detrás de los relatos hay mucho dolor y tristeza la mayoría de las veces. Y ésta, era una de ellas.
Me alegro de recuperarte y me uno al respeto que María siente por tí. ¡No faltaba más!
Lamento que te haya pasado lo que cuentas, yo también sé lo que es eso. Hace años, cuando estaba en el APA del instituto de mis hijas escribí para Navidad el texto de las tarjetas que se iban a usar para felicitar a toda la Comunidad Escolar y también a las Instituciones. En realidad hicimos un concurso para que los alumos diseñaran la postal y a mi se me encargó hacer el texto. Y me salió muy bien, muy original... en fin, que al año siguiente lo ví reproducido por una entidad de la cual ya ni recuerdo el nombre, para felicitar a sus empleados. Sólo cambiaron alguna coma.
No fue en este mundo de internet, pero te puedo asegurar que esta gente se desplaza por cualquier lugar y de cualquier manera, buscando lo que otros hacen para copiarlo.
Muchas veces no quiero publicar cosas por ese motivo y me las guardo para mejor ocasión. Es una pena.
Bueno, me tengo que ir.
Aprovecho para invitarte a mi nueva casa, tiene pocos días y es diferente a todo lo que he hecho antes, sólo es un sitio donde ir a pasar un ratito entretenido y, a poder ser, divertido.

http://muchopanychocolate.blogspot.com

Besitos de cereza y chocolate.

Queralt.