miércoles, 5 de septiembre de 2007

La muñeca rota

La belleza era su mayor bendición, pero también su maldición aquella maldición que la fue consumiendo lentamente, esa que la rompió en pedazos convirtiendo el resto de sus días en una lucha para encontrar la forma de volver a encajarlos.

Su rubia melena llena de bucles, esos ojos tan verdes que hacían daño cuando te miraban de cerca y su generosa anatomía formaban un regalo sólo con contemplarla. Era una princesa, su madre se lo repetía a diario cuando la peinaba el largo cabello cada mañana. Una muñeca, coreaba su padre cuando la exhibía orgulloso por la calle.

Al principio todo fue bien, no necesitaba esforzarse para ser la mejor. La mejor de la clase, la más lista, la más agradable, la envidia de todas las niñas incluso de todas las madres. Era una princesa, una muñeca. Era perfecta, lo era hasta tal punto que sobre ella la perfección se transformaba en algo sencillo.

Pero el tiempo pasó y la maldición rodeó su belleza con una jaula de espinas

-Deberías saltar más alto -le estrelló su profesora de gimnasia rítmica en la cara-. El aviso la abofeteó por dentro, agachó la cabeza derrotada, la vista hacia el suelo, observando como el primer pedazo se resbalaba de su cuerpo. Interpretó la frase al vuelo:

Adelgaza

Y adelgazó, hasta que se volvió a romper

-¿Porqué sacas un nueve y medio cuando puedes sacar un 10? -le preguntó su padre sin piedad, sin apartar su mirada incluso cuando ella le suplicó en callados gritos con sus perfectos ojos verdes

El segundo golpe le hizo sangrar el alma, un nuevo pedazo se precipitó al suelo, resbalando entre sus manos de muñeca que habían corrido a salvarlo. Mientras volvía a interpretar esa frase:

Esfuérzate más, no es suficiente

Y se esforzó, porque la lucha se había transformado mansamente en rutina. Porque nadie dijo que ser princesa fuera fácil. Se encerró a estudiar muchas más horas aunque eso significara olvidarse de ella, dejar de dormir, o incluso de comer. Irse rompiendo poco a poco, dejando un poquito de su cuerpo a cada paso.

Al principio comenzó como un juego, escondía la comida para adelgazar y saltar más alto. Se exigía tanto que comer dejó de ser importante. Y con el tiempo se olvidó de si misma, tanto que cuando quiso volver atrás no supo encontrarse. Había demasiados trozos y le faltaban las fuerzas y las ganas para encajarlos.

La jaula de espinas cada vez se hacía más estrecha, iba al ritmo de su desnutrido cuerpo. La maldición hacía a la perfección su mortuorio trabajo. La muerte se frotaba las manos, no sería la primera muñeca que se llevaba de esa forma, ya quedaba poco, estaba demasiado rota.

Adelgazaba cada día, se rompía cada día, por dentro, por fuera, daba igual. La báscula se lo advertía, lo gritaba a pleno pulmón. Pero sus ojos, rotos, dirigiéndose al espejo le mostraban una realidad distinta. La muerte observaba la escena con toda la paciencia del mundo mientras la jaula de espinas la asfixiaba y la hacía sangrar, llevándose también sus fuerzas.

Sola, en aquella triste habitación de ese hospital, rodeada por otras muñecas, algunas más rotas, otras menos. Se preguntaba cuando empezó todo aquello y porqué. Necesitaba que alguien le explicara en qué momento había dejado de ser perfecta a pesar de haber puesto toda su alma en conseguirlo. En qué se había equivocado si lo único que hacía era esforzarse para seguir siendo la princesa que su madre le repetía hasta la saciedad que era.

Sal de aquí como sea

Se repetía incansable, no podría volver a ser perfecta encerrada en aquella habitación. Y volvió a luchar. Luchaba cada día por meterse el alimento en la boca, se esforzaba en tragarlo y se iba a dormir para no pensar en lo que hacía en su cuerpo. Repetía el ritual a diario con las lágrimas resbalándole por sus hambrientas mejillas.

Hasta que salió de allí, hasta que pudo empezar a recoger las piezas que había perdido, hasta que pudo romper su jaula de espinas. La muerte sigue frotándose las manos, con ella no ha podido, pero hay muchas muñecas esperando a romperse.

Hoy ya no es perfecta, tiene los ojos rotos y le falta la mitad del cuerpo, como un cuadro a medio pintar. Ahora lucha a diario por no volver a ser una princesa, por ser perfecta por dentro aunque esté incompleta por fuera. Y a pesar de que el espejo sigue ofreciéndole esa deforme imagen cada vez que se atreve a mirarle de frente, ha aprendido a escuchar a la báscula.

Cada día encuentra una pieza nueva, la coloca en su sitio con una sonrisa y llora con una lágrima la cicatriz que la rodea. Sigue siendo una muñeca despedazada, pero sabe que llegará el día en que logre encajar todas las piezas y cure sus ojos rotos.

[…]

Para ti guapa, que el día que me contaste tu historia todavía seguías llorando. Que lloré contigo cuando me dijiste eso de que una anoréxica nunca se cura, que sólo aprende a vivir con ello. Tienes los ojos rotos pero haces caso de la báscula y no del espejo. Cada día recoges un pedazo del suelo y llegará el día en que los encuentres todos. Llegará el día en que vuelvas a ser tan perfecta por fuera, como lo eres por dentro

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias nena, es lo más bonito que me han escrito nunca, lo has descrito a la perfección y te quiero y gracias por ayudarme tanto y por entenderme y por no cansarte de mi, por seguir explicándome mil veces como es la realidad aunque yo la vea de otra forma y siempre con tu sonrisa. Esa que voy a echar de menos cuando estés en Suiza...
muuuuuuuuuuuuuuuuuuuua!
Tenemos que quedar antes de que te vayas, luego te llamo....

Queralt dijo...

Qué bonita declaración de amor! Amor a la vida, a la amistad, a la salud, a la esperanza, amor universal...
Tu amiga debe ser realmente preciosa por dentro y por fuera para que motive estas palabras tan cariñosas.
Bueno, me alegro de este éxito que nos describes porque, lo difícil de cada día es eso, la vida misma así que, nos estás contando la historia de un gran éxito. Y no todas pueden decir lo mismo lamentablemente, porque algunas, se han quedado en el camino. Y algunos también. ¡Menudo problema el de la anorexia!

Besitos de sabor a cerezas para las dos y un heladito también, de cerezas, claro.

Queralt.

Laura Luna dijo...

El paso a la autodestrucción ha sido algo brusco en este relato. No creo que por dos "toques" que te den acabes cayendo en eso. Más bien, el proceso es similar a una gota que va cayendo en un vaso hasta rebosarlo.

Sin embargo, me ha gustado mucho el partido que has sacado a mi frase y la metáfora de la muñeca rota que se va recomponiendo poco a poco :) Además, me gusta el rayo de esperanza que emite este relato hacia las otras muñecas rotas que puedan leerlo.

Y, por supuesto, es un homenaje muy bello a tu amiga :)

Un beso,
Mun Light Doll

Anónimo dijo...

tras culminar la lectura, no puedo dejar de preguntarme¿Cuántas cosas me he perdido de vos, en este tiempo que llevo recuperando mi vista?
Escribís de puta madre. Más allá de la fantástica dedicatoria. Ficción o realidad, es un relato del carajo.

Un cariño desde el sur

Anónimo dijo...

y propones dar un salto y te encuentras en el abismo. pero por suerte se es capaz de abrir los ojos y empezar a escalar de nuevo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, luchando por encontrar cada pedacito.

Ha sido un placer perderme en este texto.

un beso

Pugliesino dijo...

Al final tendré que hacer las 20 :)
Ya ves que no exageraba nada,eres tú pero en sentido contrario,quien lo haces;sabes unir la sensibilidad con la crudeza de la vida a lo largo de tus historias y en esta lo bordas. Un espejo tu relato que refleja la belleza de una amistad.
Un abrazo enorme!

Klover dijo...

Debo confesarte que al principio me he "enfadado" un poco...y no sé con quien...si con los padres que la habían acostumbrado a eso...con la situación...con ella misma...(no sé como transmitirtelo...) En la primera parte lo he visto un poco "forzado". La segunda ya me ha gustado más...lo has sabido describir con toda credibilidad y con bellas palabras. Un bonito homenaje a tu amiga. No es nada fácil...ni rápido...pero con apoyo se sale...eso es con lo que me quedo. Un abrazo!

Pugliesino dijo...

hice el camino hasta la roca, y escuché las montañas.
Escribiremos.
Apuesto a que marchaste sin que te quedase ninguno :)
Un abrazo enorme

Pugliesino dijo...

Holaaa Heidii!! :)
Das al lago?? Que buenooo!! Imagino que tiene que ser como dices, un paraiso, a medias entre ese mar y los Alpes!
Cuanto me alegro de tener noticias tuyas!! Y sobre todo de que te sientas bien allí, que mira que iba a ser duro el contraste, pero ya te dije que irrumpirías allí cambiando los grises por colores!
Y a ese conserje dale con el mazo!!
Ah la abuelina me dijo que ya se ha instalado en los Alpes, sip. Así que cuando des con una ruta mágica hasta ella me lo dices y escribimos! ;)
Cuidate mucho y pásalo genial!!!
Un abrazo enorme!!